La primera opción es conservar el resto de queso rallado que nos ha quedado en un bote de cristal e introducirlo en el congelador.
La segunda opción es envolver el queso rallado en un paño limpio con agua y sal, agua y vino blanco o agua y vinagre, volviendo a humedecer el paño antes de que se seque y cambiarlo una vez a la semana.
La tercera opción es si lo tenemos en una quesera, seria introducir un terrón de azúcar para que absorba la humedad y así no se cree el moho.